mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

sábado, 27 de septiembre de 2014

EMPANADA DE HARINA DE MAÍZ Y VINO BLANCO




Os dejo una empanada de maíz muy rápida y bien sencilla. El pescado del relleno es xarda (caballa) pero con bonito os quedará también estupenda.
Solamente me gustaría comentar que fue vista y no vista, literalmente, voló de la mesa.



Este fin de semana se celebra en nuestro pueblo la Fiesta en honor a la Virgen del Carmen. La Asociación de vecinos El Pico presenta un cartel bien completo y la Asociación Cultural El Curbiru no se queda atrás. Desde esta humilde cocina les aplaudo y doy las gracias. ¡¡¡Mucho ánimo!!!


Un texto de Aurelio González Ovies publicado en La Nueva España

IRREPETIBLE LUZ
El Requexu con la isla Barrosa al fondo.
¡Qué azul felicidad aquélla de nuestra adolescencia! ¡Qué limpia juventud la que cruzamos! Pasión, credulidad, intrepidez, coraje. El mundo inédito, la vida intacta. Crecíamos ajenos al dolor y a las pérdidas. Al mal y al desengaño. Lejos quedaban todos los escollos. Lejos la cerrazón y el desaliento. Lejos también el aguijón del miedo y de la rabia. Caminábamos juntos, mirábamos al frente, siempre adelante, amos de la salud y las conquistas. Bañugues no era más que un rumor de gaviotas, pescadores y brea. Un paraíso anclado frente a una mar rojiza y bancales de niebla que nos encapotaban.
¡Qué inmensidad aquélla de los días perdidos por entre dedaleras, brezales y rebollas en flor que nos sobrepasaban! No había más futuro que el presente ni más caducidad que la de los insectos que clavábamos con crueles alfileres en cualquier tabla. Ni más aspiración que huir, a pie o en bicicleta, por senderos sombríos del verano, donde escondían sus nidos las currucas y el rocío dormía hasta altas horas sobre las telarañas.
Bañugues lo tenía todo, entonces: enormes caserías, con gallos y coríos y parejas de bueyes y limones y rosas y paneras cubiertas de ristras de abundancia. Y prados espaciosos donde esparcían el guano antiguos bañugueros. Y anchísimos dominios sembrados de maíz y fabas que se alzaban por sus tallos. Y fértiles y frescas pomaradas.
Y unas minas con pozos y vagones y almacén y oficinas y calderos que iban cargados a Carreño, por un cable en el aire, a través del paisaje, pasando por Merín y por Simancas. Y un puerto, con pilastras gigantes y troneras y redes y un güinche que tiraba de las lanchas. Y una ruda grijera, enclavada en el vértigo, donde se desgastaba una familia entera que transportaba el grijo de la playa. Y un pueblo que rezaba y rogaba piedad, en otoño e invierno, con fervor y con cánticos y velas encendidas, a la Virgen del Carmen y a Santa Bárbara.

¡Qué incomparable el tiempo del inicio! ¡Qué irrepetible luz la de la infancia! No existían heridas más profundas que las de los espinos en nuestros brazos tiernos. Ni llagas más intensas que las de las ortigas. Ni dardos más punzantes que los de la cizaña. Ni había más allá, pues todo estaba allí: el principio y el fin, la calma y la galerna, el triunfo y el naufragio, el amor verdadero, las verdades más puras, la grandeza y la nada.

lunes, 8 de septiembre de 2014

TARTA DE MANZANA FÁCIL Y ECONÓMICA


Día de Asturias, de nuestra Santina... Con un calor muy poco usual en estas tierras del Norte, felicito a todos los asturianos, especialmente a los que se encuentran fuera de la región y lo celebro con esta tarta. Muy fácil y económica, ya lo veréis.
La receta es de mamá, de las que tengo recopiladas, escritas con una caligrafía rápida y descuidada en cualquier papel que tenía a mano en el momento de copiarla... Me llegan al alma.
Buen resto de verano y perdonad si no contesto a vuestros comentarios siempre cariñosos: no tengo apenas tiempo en estas últimas semanas. Días mejores vendrán. Besinos a todos.

.


Un texto de A. G. Ovies publicado en La Nueva España:

Escena acostumbrada

Imágenes de los últimos días del verano.


La puerta abierta como está siempre. La alfombra puesta sobre el balcón. El pescadero chifla a lo lejos. En los sanjuanes ropa tendida. En las aceras, el ocle al sol. Huele a salitre el aire cálido. Todo está quieto como en la muerte. Todo palpita, pero en silencio. Entra septiembre, mas hay calor. Sabe a manzana esta luz mustia. Aún no tenemos clases de tarde ni libros nuevos ni obligaciones. Es mediodía. Mi madre friega, arrodillada sobre una esponja, la piel gastada de las baldosas. Lejía y jabón. Y mientras deja por el pasillo páginas sueltas de unos periódicos, canta en bajito esta canción:

A las entradas de Barcelona / había una niña como un jazmín / bordaba flores y margaritas, / bordaba rosas para Madrid. / A los quince años solita quedó / bajo el amparo de un mal hermano / que era un borracho y un jugador. / Y un día estando solitos los dos / hacia su hermana se dirigió: / por tu cariño me vuelvo loco / y tu marido quiero ser yo. / La pobre niña muy asustada / se dio la vuelta y le respondió: /antes prefiero mil veces morir / que tú, mi hermano, manches mi honor; / antes prefiero mil veces morir / que de un hermano gozar de amor. / Al oír esto el malvado aquel / sobre su hermana se abalanzó, / metió la mano en el bolsillo / sacó un revólver y la mató.

Ella no sabe que la escuchamos. Mira y se calla y nos repite que no cantemos ni recordemos lo que cantó. Que es una historia que le sonaba de cuando niña. Que es como un cuento, una leyenda. Que no es verdad.No sucedió. Que es un romance que repartían los mutilados que se sentaban donde la plaza, a llorar hambre y pedir limosna, con una lata y con un cartón.

La casa limpia como está siempre. La pota hierve sobre el fogón. Una escudilla con higos nuevos. Y unos recibos allí incrustados entre los marcos de la alacena circunvalada por un cordón. Suena en la radio un noticiario. Y a cada rato el mismo anuncio: 'Tulipán Negro'. Las emisoras se van a veces y surgen ruidos como lejanos. Los platos listos. La mesa puesta. Agua del pozo en el porrón. Brotan tempranos los crisantemos. No se me borre nunca la imagen de esta cocina tan poca cosa, pero tan nuestra como la ropa con el aroma de noche fría, leña y carbón.