mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

miércoles, 12 de febrero de 2014

ROSQUILLAS DE ANGÉLICA, fáciles




Y siguen el frío, el viento, el mal tiempo. En la anterior publicación os contaba de los lamentos de la mar. Pero no esperaba que su desesperación fuese tanta, como para destrozar todo cuanto se encontrara por delante. En Luanco fue un auténtico desastre. Bares, cafeterías, restaurantes, casas particulares, mobiliario urbano, paseos... Una pena, sinceramente. Y así una noche y otra. Cuentan los marineros de la zona que nunca vieron nada igual. Menos mal que no hubo daños humanos, pero se me caían las lágrimas al ver la impotencia de las buenas gentes ante los desperfectos. Y eran las fiestas del Santo Cristo del Socorro... Mucho ánimo a todos.

La receta de hoy es de una compañera de los cursos de repostería, Angélica. Las preparó para merendar una tarde de clase y nos gustaron mucho. Tiene una casería y las hizo con nata de leche fresca, yo, sin embargo, utilizo nata de repostería. El resultado no es el mismo, pero están bien ricas. Otra de las compañeras, Elvira,  me pidió la receta hace unos días y decidí hacer una pocas. Son muy fáciles. Espero que os gusten. Y quisiera decirle a Angélica que disfrute de su jubilación y que, no lo dude, que se echará de menos su presencia, por esa alegría y simpatía que le caracteriza. Te mando besos, amiga.

Éstas son las que llevó al curso.

Os dejo un poema de A. G. Ovies, recogido en TOCATA Y FUGA, Alvízoras llibros,Oviedo 2004

¡QUÉ SERÍA DEL DOLOR
si un hombre no llorase.

Existiría el adiós
y sus coches en marcha.

Tendría noches la luna
tan llenamente hermosas.

Tendría estrellas la noche,
a veces, tan humanas.

Elevarían los fados
sus grúas melancólicas.
Sonrojarían las rosas
su estar presente
apenas.

Merecerían los trigales los molinos
de viento
que Colinas realza.

Qué cantidad de negación
para omitir la ausencia-

Podría haberse marchado
Jacques Brel con su guitarra;

y yo esculpir en mí:   sin ti no importa nada?



Para las rosquillas, necesitamos: (con las cantidades que van entre paréntesis, salen 20 rosquillas grandes)

  • 3 huevos                                                    (1 huevo)
  • 1 taza de nata                                             (1 pocillo de nata, 90 gramos)
  • 1 taza de azúcar, escasa                             (un pocillo de azúcar escaso, 55 gramos)
  • 1 chorro de anís                                          (15 gramos de anís)
  • 1 chorro de vino blanco                              (15 gramos de vino blanco)
  • 1 sobre y medio de levadura tipo Royal       ( 10 gramos de levadura tipo Royal)
  • sal                                                               (un pellizco de sal)
  • harina tamizada, la que lleve hasta conseguir una masa que no se pegue a las manos
Aceite, una piel de naranja o limón y azúcar para espolvorear.


Elaboración:
En un bol vamos poniendo los ingredientes, el huevo, la nata, el azúcar, el anís,
el vino blanco, la sal, un poco de harina con la levadura y amasamos hasta conseguir una masa que no se pegue a las manos.
Formamos una bola y de la misma, unas bolinas del tamaño de una nuez grande.  Presionando sobre la mesa de trabajo, formamos un rulo que enroscamos y apretamos en los bordes para redondearlo. Ponemos aceite en un cazo hondo y lo rustimos con un  trocín de piel de naranja o limón. Vamos friendo las rosquillas, al principio caen al fondo, pero al ir friendo van subiendo y si ponemos pocas dan la vuelta. 
De no ser así, les damos la vuelta para que se doren por todas las partes. El fuego tiene que estar poco caliente para que se frían por dentro y por fuera. Las sacamos y las vamos poniendo sobre papel de cocina, espolvoreamos con azúcar en caliente.
Esperamos a que se enfríen y listas.
 Recuerdo que nuestra madre las conservaba en una pota, bien tapadas y con papel de estraza por abajo. ¡¡¡ Qué tiempos!!!
Las de Angélica.

Crujientes por fuera y esponjosas en su interior.