mio madre

Mio madre nun sabía idiomes pero yera tan mimosa... dicíame que con enfotu pues algamar cualquier cosa. Mio madre nun sabía idiomes pero falaba a les freses, facía ensalada rusa y mil tortielles franceses. Mio madre nun sabía idiomes pues pisó poques escueles, ¡y facía un caldu gallego y unes coles de Bruseles...! Mio madre nun sabía idiomes, yera una madre estupenda, facía arroz a la cubana con salsa a la boloñesa. ...Primeros versos del poemario Mio madre, de Aurelio González Ovies, editado por Pintar -Pintar, abril 2010 (Edición en asturiano)

jueves, 25 de abril de 2013

FÁCIL: MANTECADO IMPERIAL SIN GLASA

Otra manera de preparar el mantecado, más exitosa, al llevar levadura.
Esta receta es del curso de repostería de mi amiga Anun con una pastelera de Avilés muy reconocida como tal, de la hoy desaparecida pastelería San Francisco. Resulta un mantecado muy suave y esponjoso. Muy fácil de preparar, solamente mezclar bien los ingredientes para que queden perfectamente unidos y formen una masa suave y cremosa y dejarlo cocer en horno bajo, despacio, para que vaya subiendo poco a poco y nos salga con esa miga que le caracteriza. (Este tipo de bizcocho, en sus diferentes recetas ( ver mantecado sin levadura aquí), se suele preparar para los bollos de Pascua y se elabora todo el año en la comarca).
Suele llevar una glasa blanca por arriba, elaborada con azúcar y agua en la misma proporción, formando un almíbar a punto de hebra fuerte que se deja caer sobre el mantecado. Hoy no se la puse, para restar calorías, pero con ella queda más lucido el mantecado.
Mi amiga me proporcionó muchas más recetas de este interesante curso, asistió hace unos cuantos años. Poco a poco seguiré preparando los ricos dulces que con tanta generosidad les enseñó la gran pastelera. Mi agradecimiento a las dos.
Deciros también que suelo preparar dos mantecados, con el doble de ingredientes, para aprovechar el calor del horno. Uno lo congelo y se mantiene perfecto, bien envuelto en papel de aluminio y dentro de una bolsa de congelación.
 A ver si os gusta.

Una auténtica tentación-
Un texto de Aurelio González Ovies, publicado en La Nueva España, el día del libro.
De libris
Todo lo que saben y hacen los libros

Conocen la vida mejor que nosotros. Y hay seres humanos menos verdaderos. Pronuncian belleza cuando es necesario y mienten más noble que cualquier mentira. Visitan a presos y saben sus penas y conocen todos sus remordimientos. Y nos corroboran las desconfianzas. Y nos contradicen en las obsesiones. Y construyen reinos y soberanías y países justos que no decepcionan y tierras felices como antiguamente. Derriban argucias de los mandatarios. Denuncian metáforas de timo y veneno. Y nos trazan rutas por los arquetipos y nos embelesan con sus perspectivas y nos encarrilan en sus contingencias o nos amilanan con sus contratiempos.


Difunden ternura, desprenden rencor. Asumen las culpas, corrigen los traumas, inventan paisajes, reconstruyen llamas. Son como la voz, ráfaga espontánea, trasluz desde el alma hasta el pensamiento. Son en cada página libres y capaces. Se escapan del mundo, huyen de sus lindes, conquistan el siempre. Visitan las ruinas, describen sus mármoles, entran en sonoros palacios del tiempo. Pasan sin reparo del hoy al mañana, bajan al ayer sin nostalgia alguna y beben su aroma y besan sus hules y abren sus balcones, se asoman al humo y abrazan el hálito de prendas queridas, tientan el espacio de todos los muertos.


Deciden finales que la vida oculta, descartan congojas que el destino tensa; acortan el hilo de los desconsuelos, extienden las épocas de amor desmedido. Poseen registros como la memoria y desencadenan subjetividades. Serenan las horas con palabras dóciles, excitan las púas de los sentimientos. Abren miradores jamás concebidos, permiten acceso a lo inexistente. Responden a enigmas, desentrañan miedos, emiten reflejos que te identifican, confiesan reparos que nos avergüenzan. Son madres nutricias, experiencia en alza, aspas poderosas, sagaces espías. Intuyen el ánimo. Saben del silencio.


Toleran, respetan, acogen las manos de cualquier extraño, veneran lo blanco y adoran lo negro. Indagan porqués, comparten carencias, sacian ansiedades, alivian el llanto, ceden emociones. Hablan los idiomas de todos los términos. Quedan en nosotros, penetran muy hondo, marcan un transcurso, un día preciso y los recordamos como algo muy nuestro. Duplican los seres y las existencias, facilitan tránsitos y mapas lejanos, rescatan sabores y predicen éxodos. Bendicen la paz con ritos arcaicos, improvisan templos para los poemas, preservan los pueblos con versos eternos. Curan con sus fábulas, adormecen, cuentan lo que pasa, sueñan lo que falta, lo mismo que un lloro, igual que un deseo. Salvaguardan nombres, costumbres, esencias. Mantienen los rasgos de lo primigenio

sábado, 20 de abril de 2013

EMPANADA DE CARMELA


Una empanada gallega, estupenda.
Otra vez con vosotros, amigos. A ver si 'ya' es la definitiva y los catarros y demás se olvidan de nosotros. Gracias por todos los ánimos que me hicisteis llegar. Siento no haber contestado a vuestros comentarios a su debido tiempo y espero poder visitaros con más asiduidad a partir de ahora.

Hoy os dejo una empanada que nos gustó de manera especial. La receta es de Carmela, nuestra profesora de manualidades. Como buena gallega, le gusta cocinar y siempre nos está aportando interesantes ideas, recordando platos que se hacían (y aún se hacen) en su casa. Cuando era niña, esta empanada le llamaba mucho la atención porque decía que la hacían del tamaño de `una rueda de carro´ y la llevaban a cocer al horno de la panadería de su pueblo, en la provincia de Lugo. Ella nos habló del relleno, con sardinillas frescas, sin espina, abiertas y colocadas entre la cebolla. Yo la preparé con bonito para que así gustase a todos los de casa, pues, con el pescado fresco,  alguno es bastante tiquismiquis. También los pimientos que debieran de ser morrones,  los puse del piquillo, los que tenía en ese momento.
La masa, de las más sencillas y está riquísima. Carmela no le pone nada de levadura, yo le añadí un poco para que quedase más blandina, pensando en los míos de nuevo.

Está muy rica, el relleno con tanta cebolla es una delicia, yo no pude esperar a que se enfriase del todo, la probé templada y me prestó mucho.

Le doy las gracias a Carmela, espero que nos siga regalando su compañía y más platos ricos.


La masa crujiente y el suave relleno, hacen de cada bocado una delicia.
Os dejo un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España.
Aurelio G. Ovies


 Qué habrá sido de todo lo que ha sido? ¿Y aquello que no fue en dónde permanece? ¿Qué de los nombres que ardían cuando los pronunciábamos; de los brazos que abrían tan pronto el sol brotaba, de los presentimientos abatidos? ¿Qué muere cuando se muere? ¿Quién abre las imponentes compuertas del dolor? ¿Quién habita en el luto; quién sobre la superficie del olvido? ¿Dónde queda el paisaje que miramos, dónde las estaciones desprovistas? ¿Quién ocupa los sueños que movemos, quién la vida que hasta entonces vivimos?


Lo que la noche encubre, ¿dónde se manifiesta, cuándo materializa sus designios? ¿Cómo será, a la luz, lo que no imaginamos? ¿Cómo la sombra de lo más transparente? ¿Qué perfil mostrará el futuro más próximo? ¿Si el silencio sonara, qué obraría en cada instante, qué en cada pensamiento; cuántas palabras nuevas, cuántos callados gritos? ¿Nos parecemos algo a lo que deseamos; nos acercamos más a lo que aborrecemos o a lo que perseguimos? ¿Quién dictamina nuestras voluntades; quién endereza nuestras decisiones; quién fragua nuestros credos; quién da capacidad a nuestros silogismos?


¿Quién sabe ciertamente a qué ha venido y por qué ha de partir y el qué de mientras tanto y el para qué desde un principio? ¿Merecerá la pena reconocerse nieve? ¿Ser roca es más intenso? ¿Es más larga la espera que la costumbre? ¿Más profunda la herida que el entusiasmo? ¿Menos punzante la distancia que el cariño? ¿Cuánto mide el amor; quién traza sus volúmenes, quién pule sus costuras, quién decide sus dunas y sus siglos? ¿Por qué la libertad y el amor no armonizan? ¿Por qué no se acompasan sus agujas? ¿Y el odio dónde incuba? ¿Por qué no desguarnece? ¿Quién sigue apadrinando sus fases monstruosas, sus rizomas endémicos? ¿Quién diseña sus rutas, quién lima sus cuchillos?


¿Cómo será el ser un ser inexistente, siempre lejos de ti, siempre vacío constante, siempre impresión de espíritu? ¿Qué llevaré en los ojos, con qué imagen iré a las amplias regiones de la nada? ¿Qué pensará la música cuando nos separemos; y qué la luna y los espacios, qué la indiferencia de la mar y los ríos? ¿Qué sucede al otro lado de la soledad; quién dicta su mudez, quién sostiene sus murales de humo? ¿Dónde se pierde el contorno del mundo, a qué altura no se percibe la angustia de la tierra? ¿Qué nos sucedería sin memoria, qué sería de las cosas sin olvido?

martes, 9 de abril de 2013

POSTRE TIPO PEÑASANTA


Muchos días sin apenas ponerme al ordenador, sin visitar vuestras cocinas y desatendiendo por completo la mía... Seguramente la culpa la tenga este 'aborrecible' tiempo que nos toca vivir estos meses. Las gripes y los constipados están de fiesta y decidieron hacernos una visita.Y se quedaron, vaya si se quedaron... Aún estoy, como decimos por aquí, `a media vela´, pero hoy me siento con ganas de publicar un postre de lo más sencillo y del que me dí cuenta de que aún no estaba en el blog.

Basado en el clásico Peñasanta (postre popular en diversas localidades de Asturias ), os dejo un cierre de comida muy fácil y apañado. Lo mismo sirve para los días calurosos del verano que para las estaciones más frías. El original lleva helado mantecado o de tres sabores, sobre el que se suele poner almendra molida y tostada.También se acostumbra regarlo, al servir, con algún licor, que se flambea o no, dependiendo del gusto y de los comensales.

  Yo os dejo un básico, después, cuanto más dejéis volar la imaginación, mejor. A ver si os gusta.

Y esta buena moza que veis es nuestra tía Gloria, que el pasado día 1 de abril cumplió 100 lúcidos años...  Promete venir a casa y hacer alguna llambionada de las suyas. Una más que buena repostera y aún mucho mejor persona. Salud, querida tía.


Un texto de A. G. Ovies, publicado en La Nueva España:



Cuando llega este tiempo de falsa primavera y un petirrojo viene cada mañana a verme, cuando brotan de pronto los árboles del parque y marzo apunta ya con sus balas de savia y es invierno pero hay una brisa muy nueva y una limpia tristeza en la luz muy reciente, la vida espolvorea aromas entrañables, colores muy cercanos, instantes como sed que mana y apetece y se escuchan recreos con gritos de los niños y se llenan los bancos de amor adolescente.

Cuando rompe el calor sus urnas y se expande, recuerdo emocionantes incursiones campestres: los prados comenzaban a poblarse de mayas y de eléboros y nos gustaba mucho echarnos a rodar, por más que nos reñían por mancharnos la ropa con el jugo del verde. Nos gustaba buscar los grillos prematuros y brillantes insectos y descubrir toperas por entre el tierno césped. Y adivinar en dónde anidarían las pegas y dónde esconderían las gatas sus camadas, en qué hueco del muro o en qué sebe. Nos gustaba encontrar camisas de culebras, charcos con renacuajos nerviosos y tritones; y plantas diminutas de las fresas silvestres.

Cuando veo los narcisos en las veredas húmedas y escucho el discurrir de alguna fuente. Cuando por los caminos las prímulas motean el paisaje con su dorado joven y raudas lagartijas escapan de mis pies y el aire duele, me acerco a los lejanos dominios de mí mismo, a las surcadas rutas imposibles, a queridos espacios de espinos y bardales, higueras y laureles. Me asomo a las afueras de lo que soy ahora y corro cuesta abajo con los brazos abiertos, persigo una cometa con forma de serpiente. O bajo hasta la mar y atrapo por las pozas diminutas quisquillas, conchas muy desgastadas, esqueletos de peces.

Cuando arriba el buen tiempo y observo el cielo nítido y las tardes son lentas y radiantes y enrojece con más calma el poniente. Cuando los pueblos huelen a merienda de madre y al jabón de la ropa y padre que regresa con cansancio a la espalda y el horizonte acopia el soplo del nordeste, son más míos que nunca el canto de los gallos, las gaviotas, las olas, y el tallo del silencio y sus esquejes. Me pertenecen menos las cosas de este mundo, pero soy más un poco aquello de otras veces: soy un coleccionista de materias muy frágiles, un cazador furtivo de imágenes endebles.